lunes, 22 de marzo de 2021

Posted by Cultu-Art marzo 22, 2021 in
Kobra, artista callejero entre los más aclamados en el escenario mundial, ha realizado un mural de 12 metros de altura y 20 de ancho. A unos 850 metros sobre el nivel del mar en la cima de la cumbre se encuentra la histórica cantera de Cima di Gioia que marca el límite entre la ciudad de #Carrara y la de Massa, mirando hacia la primera domina el armonioso pueblo de Colonnata desde arriba, girándola hacia Massa se puede ver la tranquila de Casette, si giras hacia el suroeste, puedes ver el mar.
Una de las más altas paredes de mármol de la cantera Gualtiero Corsi, cerca de Carrara. La imagen elegida para este lugar inusual viene de una cita: el rostro del David de Michelangelo, una obra tallada en el mármol extraído de esta cantera, y rehecho a la manera de Kobra, con los colores brillantes e inconfundibles que combina en geometrías caleidoscópicas.
Y así, de repente, en un muro alto e imponente, apareció el icono más emblemático de todo el Renacimiento: un gigantesco retrato de David, que no se “quita” con un cincel, sino que se pinta con aerógrafo y pinceladas.
Un regreso a casa para ese símbolo de perfección creativa, que siempre ha faltado por estos lares, un homenaje se diría, pero también mucho más. Porque si es cierto que alguien ya había pensado en llevar a David de vuelta a los lugares donde se extraía el mármol, este mural es un reclamo: es arte callejero, la última tendencia nacida en los suburbios, arte ilegal, arte invisible, arte espontáneo, floreció entre los escombros. se ha convertido en uno de los lenguajes más poderosos en disputa “desde abajo”, para subir a la cima y finalmente pedir sentarse entre sus hermanas mayores. 
Al mismo tiempo, traer al David aquí entre estos cráteres lunares de los que deriva su origen y sustancia, adquiere un significado festivo: de Carrara y los Alpes Apuanos como cuna del pensamiento creativo y de los canteros como los únicos demiurgos que durante milenios han hecho posible transformar el sueño en realidad como arte tangible.

Mármol, color, escultura, pintura se tocan y se abrazan en un lugar inolvidable, demostrando que el verdadero arte no necesita ferias y academias. Un balde de color y libertad expresiva son suficientes para escucharlo respirar.

martes, 16 de marzo de 2021

Posted by Cultu-Art marzo 16, 2021 in
Antonio Corradini nació en Venecia o en Padua hacia 1688. Siendo adolescente entró como aprendiz en el taller del escultor Antonio Tarsia, con cuya hija se casó años después. (En esa época casarse con la hija del maestro era bastante común entre los alumnos más atentos.) Entre 1716 y 1717 trabajó para Pedro el Grande en San Petersburgo y luego visitó las ciudades de Rovigo, Dresde y Udine donde dejó muchas de sus obras.

La especialidad de Corradini era la mujer velada, o sea la mujer que está al mismo tiempo vestida y desnuda. Su piel no se ofrece accesible al tacto sino a la vista. El mármol se trabaja obsesivamente para que reproduzca los ligeros pliegues de la tela que la cubren. Esa mediación es sensual, metafórica, prohibitiva. Y se trata de una prohibición doble. La piel aparece separada del mundo por un velo, pero el cuerpo, hermoso, también es frío, artificial, una representación gélida. Lo que en la vida se puede descorrer, en la escultura queda fijo para siempre, aunque parezca que el mínimo toque alcance para modificarlo. Más allá de la técnica perfecta, de la mímesis, del virtuosismo innegable de Corradini, encontramos en esas obras una reflexión barroca. 
El doble velo, el velo copiado y el mármol en lugar de la piel, celebran otra imposibilidad, la de la relación con el otro. Vemos la forma de la mujer, entendemos sus hermosos senos, su vientre, sus caderas, sus formas y la deseamos pero ¿cuánto dura esa juventud, ese deseo? ¿Cuánto podemos prolongar nuestras caricias? Nuestros frágiles y perecederos cuerpos, parece decir Corradini, no nos pertenecen, siempre son de otro, del tiempo, de la muerte.
En 1729 o 1730, Corradini se instaló en Viena, capital del Imperio Austríaco. Los Habsburgo lo nombraron escultor de la corte en 1733 y el emperador Carlos VI le encargó el monumento al Arca de la Alianza, en la ciudad de Györ. Más tarde en Viena diseñó y supervisó la construcción del teatro Hetztheater.En 1743, se trasladó a Roma. En 1744, a Nápoles. Raimondo di Sangro, príncipe de Sansevero, le pidió que decorara con sus obras la capilla de su familia. Corradini trabajo mucho. Para las estatuas, pedestales, altares y bajorrelieves que diseñó llegó a realizar treinta y seis modelos en arcilla. 
En 1750, logró terminar el Monumento a Giovanni Francesco di Sangro y el Monumento a Paolo di Sangro. De 1752 data su obra más conocida y representativa y quizás el punto más alto de su técnica. 


La Pudicizia, que nosotros traducimos La modestia, aunque también podría ser El pudor, un monumento funerario dedicado a Cecilia Gaetani dell’Aquila de Aragón, madre de Raimondo. 

La modestia es una muchacha velada, sana, fértil, incluso voluptuosa, de la cual resalta su torso, su pecho y su cara de rasgos finos y armonioso. La escena del escultor admirando su obra terminada en un taller vacío, él, su creador, y ella, su obra, ¿no transmite una satisfacción erótica?
Ese mismo año, cuando tuvo que encarar el Cristo velado, Corradini murió. Fue enterrado en la iglesia de Santa Maria della Rotonda. La que debía ser su obra cumbre, el máximo exponente de su precisa técnica que transformaba la piedra en una estática y ligera tela translúcida, fue finalizada por uno de sus colaboradores. Hoy consideramos a Giuseppe Sanmartino (1720─1793), en ese momento de apenas treinta y dos años, el autor del Cristo velado de Sansevero. El historiador y poeta Giuliano Capecelatro cuenta esta historia en Un sole nel labirinto, storia e leggenda di Raimondo di Sangro, Principe di Sansevero, publicado en el 2000. ¿Corradini murió por qué sus manos pecaminosas no podían esculpir ese Cristo perfecto? Sin embargo, la leyenda es otra.El príncipe Raimondo di Sangro se había ganado fama como científico y alquimista y por mucho tiempo se rumoreó que había descubierto un método de calsificación que permitía transformar el paño en mármol. Así Sanmartino solo habría tenido que esculpir el Cristo sobre el cual se había colocado una ligera tela tratada con ese proceso químico. ¿Cómo, si no, lograr ese efecto, esa textura? Sin embargo, un análisis no tan exhaustivo de la escultura deja en claro que se trata de una única pieza de mármol trabajada con arte y talento.
Por otra parte, se conserva la correspondencia del príncipe y en una carta fechada el 16 de diciembre de 1752 se lee: «(…) y pagaréis en mi nombre los cincuenta ducados citados anteriormente al Magnífico Giuseppe Sanmartino por la estatua de Nuestro Señor muerto, cubierto de un velo igualmente en mármol». La carta se conserva en el Archivo Histórico del Banco de Nápoles y lleva firma real.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Posted by Cultu-Art marzo 10, 2021 in
La historia de esa divinidad indígena, guardiana de la naturaleza del folklore venezolano. Según una versión de la tradición, María Lionza -de nombre originario Yara- fue la hija del cacique Nirgua de la etnia Nívar. Un chamán había vaticinado que su nacimiento traería desgracia a su tribu. Para evitarlo, debían sacrificarla entregándola al Dueño de las Aguas, una anaconda que dormía en el fondo de uno de los pozos de la montaña de Sorte. 

Cuando nació la bebé, blanca y de ojos verdes, el cacique la llamó Yara y la escondió de su destino en una cueva de la montaña con guardias para protegerla. Pero la niña se hizo mujer y su curiosidad la empujó a escaparse de su protección, para encontrar el camino hacia el pozo de la anaconda. Enamorado de su belleza, el Dueño de las Aguas se la llevó al fondo. Cuando el cacique intentó separarlos, la anaconda explotó, inundando todas las tierras de la tribu. Desde entonces, Yara se convirtió en la guardiana de la naturaleza.

El sincretismo entre las creencias nativas y la religión católica que trajo la conquista española convirtió a Yara en Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivae. Eventualmente, la tradición acortó su nombre a María Lionza.

El escultor Alejandro Colina la inmortalizó para el mundo como una mujer desnuda de musculatura atlética, sobre una danta (tapir macho, adorado por tribus indígenas), y con las manos extendidas en las que sostiene un hueso de pelvis femenina (símbolo de la fertilidad) en sus pies la danta aplasta a un unas serpientes, símbolos de envidia y egoísmo.

Esta escultura se realizó durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Está en la Autopista del Este, justo al lado de la Universidad Central de Venezuela.
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