miércoles, 9 de septiembre de 2020

Posted by Cultu-Art septiembre 09, 2020 in

Al visitar el Palacio de Versalles en París, se observa que el suntuoso palacio no tiene baños.

En la Edad Media, no había cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, y mucho menos papel higiénico. Los excrementos humanos eran lanzados por las ventanas del palacio. En un día de fiesta, la cocina del palacio pudo preparar un banquete para 1500 personas, sin la más mínima higiene. 
En las películas actuales vemos a las personas de esa época sacudirse o abanicarse. La explicación no está en el calor, sino en el mal olor que emitían debajo de las faldas (que fueron hechas a propósito para contener el olor de las partes íntimas, ya que no había higiene). Tampoco era costumbre ducharse debido al frío y la casi inexistencia de agua corriente.  Solo los nobles tenían lacayos para abanicarlos, para disipar el mal olor que exhalaban el cuerpo y la boca, además de ahuyentar a los insectos.


Los que han estado en Versalles han admirado los enormes y hermosos jardines que, en ese momento, no solo se contemplaban, sino que se usaban como retrete en las famosas baladas promovidas por la monarquía, porque no había baños.

En la Edad Media, la mayoría de las bodas se realizaban en junio (para ellas, el comienzo del verano). La razón es simple: el primer baño del año se tomaba en mayo; así que en junio, el olor de la gente todavía era tolerable. Sin embargo, como algunos olores ya comenzaban a molestar, las novias llevaban ramos de flores cerca de sus cuerpos para cubrir el hedor. De ahí la explicación del origen del ramo de novia. Los baños se tomaban en una sola bañera enorme llena de agua caliente. El jefe de la familia tenía el privilegio del primer baño en agua limpia. Luego, sin cambiar el agua, llegaban los demás en la casa, en orden de edad, mujeres, también por edad y, finalmente, niños. Los bebés eran los últimos en bañarse. Cuando llegaba su turno, el agua en la bañera estaba tan sucia que era posible matar a un bebé adentro. 

Los techos de las casas no tenían cielo y las vigas de madera que los sostenían eran el mejor lugar para que los animales: perros, gatos, ratas y escarabajos se mantuvieran calientes. Cuando llovía, las filtraciones obligaban a los animales a saltar al suelo. Los que tenían dinero tenían platos de lata. Ciertos tipos de alimentos oxidaban el material, causando que muchas personas mueran por envenenamiento. 

Recordemos que los hábitos higiénicos de la época eran terribles. Los tomates, siendo ácidos, se consideraron venenosos durante mucho tiempo, las tazas de lata se usaban para beber cerveza o whisky; esta combinación, a veces, dejaba al individuo "en el piso" (en una especie de narcolepsia inducida por la mezcla de bebida alcohólica con óxido de estaño). Alguien que pasara por la calle pensaría que estaba muerto, así que recogían el cuerpo y se preparaba para el funeral. Luego se colocaba el cuerpo sobre la mesa de la cocina durante unos días y la familia se quedaba mirando, comiendo, bebiendo y esperando a ver si el muerto se despertaba o no. De ahí la que a los muertos se les vela (velatorio o velorio), que es la vigilia al lado del ataúd.

Inglaterra es un país pequeño, donde no siempre había lugar para enterrar a todos los muertos. Luego se abrían los ataúdes, se extraían los huesos, se colocaban en osarios y la tumba se usaba para otro cadáver. A veces, al abrir los ataúdes, se notaba que había rasguños en las tapas en el interior, lo que indicaba que el hombre muerto, de hecho, había sido enterrado vivo.

 Así, al cerrar el ataúd, surgió la idea de atar una tira de la muñeca del difunto, pasarla por un agujero hecho en el ataúd y atarla a una campana. Después del entierro, alguien quedaba de servicio junto a la tumba durante unos días. Si el individuo se despertaba, el movimiento de su brazo haría sonar la campana. Y sería "salvado por la campaña", una expresión utilizada por nosotros hasta hoy.
No siempre el hombre ha tenido el mismo concepto de higiene, y por supuesto, tampoco ha tenido el mismo concepto de baño. El avance del urbanismo y la ingeniería nos ha permitido a día de hoy tomar duchas y baños con agua caliente, pero ¿cómo se bañaba la gente en la Edad Moderna?

Lo primero que hemos de pensar es que en la Edad Moderna no existían cuartos de baño tal y como hoy los conocemos. En la Edad Media existieron unos baños públicos donde podían entrar personas de ambos sexos, pero en la Edad Moderna se dejaron de utilizar debido a que, en una época más estricta en cuanto a lo religioso, se veía como algo pecaminoso ver el cuerpo desnudo de otro hombre. De este modo dejaron de emplearse.

Por otro lado, el agua llegaba a fuentes públicas en el mejor de los casos, al menos que fueras un rico miembro de la aristocracia, y muchas veces era recogida a través de aljibes, pozos, o directamente en lagos y ríos, por lo que su acceso para un baño era algo más complejo que en la actualidad.
 
A todo ello había que unirle la idea de que el agua podía ser perjudicial para el cuerpo, ya que según la medicina de la época, un baño de agua caliente podía conducirte a que los poros de la piel se abrieran y a través de ellos entraran malos humores y miasmas. En el siglo XVIII se recuperarían los baños, pero esta vez con agua fría, ya que en esta época se decía que el agua caliente provocaba vagancia.

 
¿Qué provocó todo esto? 

Nada más y nada menos que se recurrieran a otras técnicas para asearse, de manera que se hacían limpiezas en seco, consistentes en maquillarse la cara con polvos o emplear perfumes en los siglos XVI y XVII. Las partes del cuerpo más importante de lavar eran la cara y las manos, es decir, las partes visibles, así que estas se lavaban frotándose con una toalla. Por último cabe decir que había una preferencia teórica por mostrar una apariencia natural, sin demasiados afeites, sin embargo, en la práctica sucedía todo lo contrario, sobre todo en la nobleza, donde se empleaba con profusión todos estos productos de higiene de la época.
 

















Bibliografía:
 
Oliván, L. “Escribir un diario y una hora de baño»: vidas privadas en la corte de Madrid (1650-1680)” Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante. nº 30, 2012. pp. 141-158.
 
Ortego Agustín, M. A. “Discurso y práctica sobre el cuerpo y la higiene en la Edad Moderna” Cuadernos de Historia Moderna, nº8, 2009, pp. 67-92.

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